El mundo de Sofía





A cumplir los 17 años yo sabía que Dios me regalaría una hermosa hija, desde ese momento escogí su lindo nombre, todo coincidió con la época donde mis descansos los tomaba en la biblioteca del colegio entre Zaratustra, Edgar Alan Poe y el mundo de Sofía - Jostein Gaarder, de este último la inspiración.

Evocando esta historia, y retomando todos los acontecimientos de esta semana, coincido plenamente con Sofía Amundsen “Un ser humano tenía que ser algo más que una máquina”, aunque a veces parece que el ingenio fuera solo para cumplir males perversos como trama de la peor película de terror.

Muchas veces me he preguntado, al igual que Sofía, por qué las personas solo valoran la salud cuando la pierden, la vida cuando ya están prácticamente muertos, la familia cuando no está; y los amigos cuando dejan de serlo, una necedad incomprensible de los humanos, para mi hija todos las personas son buenas, yo no le discutiré eso; solo procuraré ponerla alerta de los camaleones, pero en esencia, debemos vernos todos como creaciones de Dios.

Son inevitable las noticias que muestran una realidad violenta y dolorosa, historias de vida que traen mucho suplicio, pero que cuando yo las conozco veo siempre que la supervivencia es ese regalo divino que a veces no aprovechamos. Así pasa con todo en la vida, y la decisión de cambiar esto es solo una responsabilidad de cada uno de nosotros, vivir con desconsuelo, o entender los retos como oportunidades para ser mejor.

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La más deseable labor que se me haya encomendado es ser madre, la responsabilidad más inmensa que alguien puede tener, ser padre o madre, no solo compete la obligación de subsistencia y el mínimo vital, es de poner una semilla, pero con los valores equivocados podrán terminar con vidas perdidas.

Pienso en aquellos que han sido victimarios (indiferenciado de los crímenes) en cómo sería su infancia; ¿Será que les faltó amor? nos quejamos tanto de todo, pero somos permisivos cuando nuestro hijos hacen esas cosas que no son de enmarcar.

Probablemente, se ha olvidado que la familia ciertamente es el núcleo de la sociedad, y que nuestros mayores son los sabios de este viaje, su trayecto les ha dado la experiencia, esa que no se puede comprar; es imperativo que se propague la verdadera unión, y que tengamos presente que el sometimiento a cualquier forma de violencia en los núcleos, serán determinantes en el desarrollo de las personas, pudiendo provocar nuevos agresores en un ciclo sin fin, la buena noticia es que todo esto se puede romper, solo hay que tener determinación.

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Hoy rindo un homenaje a mi familia y para esos amigos que se cuentan en los dedos de la mano, un tesoro y una fortuna; y a ese regalito de Dios que me obsequió mi propio mundo de Sofía.

Hilda Lorena Leal Castaño
Defensora de Derechos Humanos 
@castao_leal

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